En tiempos donde el clamor popular exige *orden, firmeza y resultados concretos frente a la delincuencia, la figura de Diego Armando Jara empieza a emerger con nitidez y solidez. Lejos del discurso, su autoridad nace del campo, de la experiencia, y de una visión estratégica que cruza fronteras.

Conocido en distintos círculos como el “Bukele peruano”, no por marketing sino por resultados, Jara ha sido una pieza clave en la articulación del hermanamiento entre Perú y El Salvador, dos países que hoy convergen en una causa común: la lucha firme contra el crimen y la recuperación del territorio para los ciudadanos honestos.

Reconocimiento en El Salvador, presencia en el Perú

Diego Jara no ha sido un espectador del fenómeno Bukele, ha sido parte activa del proceso. Con siete visitas oficiales a El Salvador, ha recorrido las zonas más peligrosas del país y ha sido recibido con honores por la Asamblea Legislativa, ministros y líderes salvadoreños.

Fue también el único peruano invitado al mensaje presidencial de Nayib Bukele en su primer año de gestión del segundo período de gobierno, lo que revela un nivel de confianza y reconocimiento internacional pocas veces visto.

Como parte de su labor de integración internacional, Diego Armando Jara ha traído en tres oportunidades a diputados de la Asamblea Legislativa de El Salvador al Perú, en el marco de misiones técnicas de observación y cooperación en seguridad ciudadana. Estas delegaciones oficiales han visitado Lima, Huaral, Barranca, Chimbote, Trujillo y Cusco, donde sostuvieron reuniones con alcaldes, serenazgos y autoridades regionales para intercambiar experiencias sobre el modelo salvadoreño de control territorial y evaluar su adaptación al contexto peruano.

Durante las elecciones 2024 en El Salvador fue invitado como observador internacional.

Pero su verdadero valor está en el Perú: ha traído ese modelo de seguridad a tierra peruana y lo ha traducido en propuestas técnicas concretas para municipios, gobiernos locales y equipos de serenazgo.

Una propuesta con visión nacional

Sin aspavientos, sin cámaras, Diego Armando Jara ya ha comenzado a construir una propuesta nacional de seguridad ciudadana, basada en tres pilares:

Integración territorial de fuerzas de seguridad
Serenazgo, Policía y Fuerzas Armadas trabajando bajo un mismo comando operativo, con interoperabilidad tecnológica y enfoque de respuesta inmediata.

Sistema Inteligente de Control Territorial (SICT)
Una plataforma avanzada con mapas de calor delictivo, drones, IA predictiva, cámaras con reconocimiento facial y conectividad directa entre distritos y regiones.

Alianzas latinoamericanas de formación táctica
Gracias a su liderazgo, decenas de autoridades peruanas —congresistas, alcaldes, regidores, gerentes y serenos— han visitado El Salvador para formarse in situ en el modelo de control territorial.

«La seguridad ciudadana no es discurso ni mano dura sin inteligencia. Es estrategia nacional, tecnología, liderazgo local y decisión. Cuando el Estado se retira, el crimen avanza. Hoy toca recuperar el control, con fe y con firmeza», afirma Jara.

Una figura que crece con el respaldo del pueblo

Aunque no ha pedido protagonismo, su figura se consolida como una de las más técnicas, respetadas y escuchadas del país en materia de seguridad. En cada región donde ha trabajado, alcaldes, ciudadanos y operadores de campo coinciden: su propuesta no solo es posible, es urgente.

En tiempos de incertidumbre, el Perú necesita liderazgos que no tengan miedo a entrar al territorio, mirar de frente a la inseguridad y ofrecer soluciones reales. Diego Armando Jara ya lo está haciendo. El país ya lo está mirando.

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